Me avisó la tripa. Pero mi arrogancia veinteañera habló mas fuerte. Y me interné, un poco cándida y otro poco haciéndome la boluda, en la boca del lobo. Para que fuera más agradable (querido Agrimony) fui pintando el lugar de arcoiris y brillantina.

De nada sirvieron los gritos desesperados de mi vieja y mis amig@s, que miraban impotentes cómo era fagocitada. Es verdad eso de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Lo viví en carne propia. Por ahí yo quería. Pero tenía la percepción alterada (Clematis).

No hay nada más difícil de atravesar que un delirio colectivo. Porque pegoteada, entre las babas del lobo, no estaba sola. Nos sosteníamos un@s a otr@s y, secretamente, peleábamos por ser el primer bocado.
Salí, digerida y desintegrada. Fue un viaje tortuoso. Pero me trajo hasta la otra orilla. Litros y litros de Sweet Chestnut después, fui juntando los pedazos. Los que encontré, porque otros se perdieron para siempre.( Holly)

El daño no se termina cuando termina el abuso. Hoy descubrí que aún tengo un parásito abrogado bajo mi omóplato derecho, triste cucarda de ese tránsito de 20 años atrás.

Llore varios ríos, y aún está ahí. Habrá que llorar un mar, vestirme con Crab Apple y Star of Bethelem y por fin, soltar. ??