Si te conmoves aún con alguien que ha sufrido, y aunque no lo hagas, te surge la intención de darle una mano, tengo buenas noticias. No todo está perdido.
Esa intención (insisto, aunque solo quede en eso) que asoma inconsciente se llama compasión.
Entender que otro se ha equivocado, y que le duele, pero que aún así por el solo hecho de ser humano estaría bueno que fuera feliz, nos da alas. No por el mandato judeocristiano de poner la otra mejilla, sino por el hecho de soltar lastres. Al final, los únicos beneficiados seremos nosotros.
Y que pasa cuando esa intención la dirigimos hacia nosotros? Créanme, da espacio para respirar. La autocompasión no es autocomiseracion. Es autocuidado. Pero del bueno.
Reconocer lo que está errado, aceptarlo y luego darnos un abrazo por la valentía de haberlo hecho.
No seas tan duro con vos mismo. Pero tampoco seas tan blando. Cómo todo, esto también se trata de equilibrio.