Hoy quiero contarles una situación que me duele porque soy pivote. Dos amigas queridas, amigas desde siempre entre ellas. Cada una cargando con su cruz, cómo todos. Algunas cruces son más pesadas que otras. Dolores diferentes, pero que las desgarra por dentro.
No hablan entre ellas. Creo que ambas sienten que la otra debería estar ahí, acompañando. Pero las dos están en lucha. Cada una dando una pelea.
Confieso que más de una vez las quise sentar frente a frente. Para que se miren. Y se vean. Y recuerden el amor que se tienen.
Se va disipar ese dolor que sienten? No. Una y mil veces no. Pero como cuando éramos chicas y jugábamos a la carrera de cojos, saber que no hay mejor muleta que la compañía de una amiga.
El sufrimiento nos vuelve miopes. No vemos más allá. El otro también la está pasando mal. Según Victor Frankl se puede atravesar el sufrimiento cuando se le encuentra un sentido.
Por ahí es recordar que el amor no pide pruebas. Esta ahí para hacer espacio al dolor que la vida inevitablemente nos presenta. Que es puente entre islas. Y que es el único anteojo posible para esa miopía.