Esta de moda ser feminista, escuché. Trague saliva, amarga por la bilis que me subió de golpe y agradecí por los años de práctica en hacer espacio a la incomodidad.
A decir verdad, estaba lista para sacar mi bazuca verbal y hacer mierda todo. Chantarle en la cara unas cuantas verdades. Pero entendí que lo que dijera caería en el saco roto de la etiqueta, a sabiendas peyorativa y estigmatizadora.
Hay que andarse con cuidado, porque hay una tendencia a volver la sororidad en mercancía , en slogan estampado en una camiseta. A volverlo moda y de este modo vaciarlo de contenido.
En ese milisegundo ralentizado recordé a mis féminas amigas, tan rotas y tan de pie, apoyadas unas en otras. Me invadió la gratitud por esa red que invisiblemente formamos. Porque la evolución de la especie tiene más que ver con la cooperación que con la competencia. In your face, Darwin!
Y entonces entendí, que ese es el verdadero poder subversivo del feminismo. Que lo incluye y lo rebalsa. Es la compresión cabal de que en cada una estamos todas.
Más aún, en cada ser estamos todxs. También en vos, que te tengo enfrente.
El feminismo es moda, escuché. Sonreí. Y con la candidez de la verdad revelada, solté: que suerte que el violeta combina con todo.