No creo que se puedan saltear los aprendizajes. Que todo lo que viví me enseñó lo que sé hoy. Que la experiencia es intransferible, excepto a uno mismo. Excepto a uno mismo…
Entonces imagino una charla con mi yo más joven, las dos sentadas en un banco de plaza. Y que me diría a mi misma? Seguramente que los dolores pasan, que las alegrías pasan, que las metas pasan. Que las cicatrices quedan. Pero que no duelen, salvo los días de humedad.
Si encontrara ese banco que es puente entre plaza San Martín de Tres Arroyos con plaza San Martín de La Plata, y ese encuentro increíblemente ocurriese, le diría que abrace a mamá otro ratito. Que la va extrañar. Que hoy es uno de esos días.
Pero no estamos ni en Cambridge ni en Ginebra. La conexión por estos lados puede fallar. Es mejor estar preparadas. Y si tan solo durará un instante, en lugar de un billete con fecha imposible, le daría un papelito con mi mayor aprendizaje: no te achiques para caber.
Que no hay forma que un círculo entre en un cuadrado. Que aunque doble lo que sobra para forzar el encaje perfecto, siempre será un círculo doblado intentando caber en el cuadrado. Y que el cuadrado también pasará.
Entonces a respirar, redondearse y a rodar la vida!