No sé cuántas veces lo hice. Pero fueron muchas. De chica creía que tenía una misión inclaudicable. Entonces, cuando nadie me veía, daba vueltas y me convertía en la Mujer Maravilla. Me arrancaba el disfraz, y dejaba al descubierto a la Amazona. Era todo un espectáculo. Un poco por lo invencible. Pero por sobre todas las cosas, porque aparecía el lazo de la verdad.
Esa soguita dorada, que vencía todas las murallas y dejaba al descubierto los secretos mejor guardados del oponente. No había voluntad que se le resista. Si te rodeaba, si o si, debías decir la verdad. Aunque fuera vergonzosa. Aunque diera miedo las consecuencias. Aunque el solo hecho de decirla fuera patear el tablero.
Porque la verdad siempre es revolucionaria. Y toda revolución implica un tendal de destrozo a lo que era. Para construir algo nuevo. Aunque aún no se sepa bien qué es.

Fui creciendo, y me acostumbré a vivir con el disfraz puesto. Pero hoy, no sé por qué, me acordé de ese lazo. Di vueltas, y ahí estaba otra vez la Mujer Maravilla. Entonces me di cuenta que tenía que hacer lago que nunca había hecho. Tomé el lazo.
Y me rodeé con él.

Seguro te quedaste esperando que te diga la verdad. Pero como vengo tomando Vervain entendí que esa verdad es solo para mí.

Que tengan un lindo día!