Tengo algunas hipótesis que pocas veces pongo a prueba. Las doy por ciertas, y no me importa si contradicen algunas leyes fundamentales con las que explicamos el mundo. Creo, por ejemplo, que una verdad para ser considerada como tal, debe ser simple, bella y simétrica. Supongo que será una reminiscencia platónica, para paliar la incertidumbre. Que le vamos a hacer, cada uno hace lo que puede.
Otra es que no hay crecimiento sin crisis. Es bella, también simple. Pero me molesta que no sea simétrica. Porque no siempre las crisis nos traen crecimiento
Entonces algo debe haber, me dije, en la esencia de esa palabra que me ayude a descubrir por qué.
Armada con mi pasión por el escrutinio, me arremangue y fui a rastrear su etimología.
Así descubrí que crisis, en realidad significa separar, juzgar y decidir. Todo eso, y en ese orden. Algo se rompe, y porque se rompe, lo separamos para analizarlo. Luego , toca decidir. Esa acción está implícita en la situación misma.
Y creo que ahí está el quid de la cuestión. Decidir. Uno puede darle vueltas a la cosa, pero luego hay que elegir qué hacer, qué dejar, qué salvar, qué seguir.
En cada elección hay también una pérdida. Hay sabor a despedida y a renuncia. Un separar lo que ya no es uno. O nunca fue, pero que en ese análisis se hace evidente. Y, cómo acumuladores emocionales compulsivos, desprendernos de nuestra basura se nos hace difícil.

Y entonces me di cuenta… (redoblen los tambores que viene una revelación). Si no se decide, no hay crisis. A lo sumo será un berrinche crónico, molesto y desgastante. Pero crisis no es. Entonces, cómo voy a pedirle crecimiento, resiliencia o como quiera llamarlo?

No es necesario que las crisis sean gigantes, ni trascendentes como un hito único y fundante. Siempre que haya análisis, darse cuenta y elección, hay crisis. Y por lo tanto crecimiento.
Entonces cobra sentido eso de que un largo viaje está formado de un montón de pasos chiquitos.
Acá vamos de microcrisis en microcrisis. Haciendo camino al andar. Y despojándonos de equipajes innecesarios, nos vamos poniendo más livianos. Tanto que, tal vez, algún día levantemos vuelo.

Que tengan un lindo día.